EL HERMANO SUPERIOR GENERAL, ARMIN LUISTRO, FELICITA A LA FAMILIA LASALIANA EN EL DÍA DE SU FUNDADOR

El Hermano Superior General, Armin Luistro, nos comparte su carta como familia lasaliana con motivo de la celebración del Día de san Juan Bautista de La Salle. En ella nos invita a vivir la esperanza, a ser voz de Jesús, a pensar en los que no son tan afortunados y a ser ejemplo para quienes sienten desánimo, pesimismo o escepticismo.

Lee aquí sus palabras:

Mis muy estimados Hermanos, muy estimados Lasalianos:

Estamos en Año Santo. Hace poco tuve la oportunidad de visitar la Basílica de San Pedro junto con un puñado de compañeros para poder atravesar la Puerta Santa como Peregrinos de la Esperanza. Recordé al Papa Francisco y su oración para que el mundo encuentre esa esperanza que no defrauda.

Eso realmente me conmovió, porque recordé todas esas esperanzas que se vieron truncadas en mi corazón. Pero también recordé de una manera muy especial a Jesús con solo una docena de amigos íntimos. Cuando comenzó su ministerio, proclamó el gran sueño del Padre para el mundo. El sueño era sencillo, pero muy, muy profundo: no más llanto, buenas noticias para los pobres, libertad para los cautivos, recuperación de la vista para los ciegos, libertad para los oprimidos.

En este momento, mis pensamientos siguen estando con las familias de Ucrania y Gaza cuyos hijos no pueden ir a la escuela. Todavía no he podido quitar de mi mente los vídeos y las imágenes de edificios y casas derrumbándose en Myanmar y Tailandia durante el reciente terremoto que sacudió esa parte del Sudeste Asiático. Y también otros sufrimientos en otras partes del mundo. Los emigrantes, que viven en la ansiedad y el miedo mientras huyen de sus países de origen para buscar asilo y nuevas oportunidades en ciudades a las que todavía no pueden considerar su hogar.

Queridos amigos: como comunidad global de lasalianos unidos con un solo corazón y una sola mente, podemos tener la llave de las puertas de la salvación para aquellos que sienten el desánimo y siguen viviendo en el pesimismo o el escepticismo. ¿Qué puertas podemos abrirles para que puedan gozar de una experiencia intensa de Dios? Dejémonos convertirnos en instrumentos de la gracia sanadora y esperanzadora de Dios. ¿Estamos dispuestos a acoger y abrazar a los últimos, a los desatendidos y a los más pequeños para que puedan tocar el borde del manto de Jesús, el manto que trae la salvación? No la salvación que se encuentra allá arriba, sino la salvación del hambre y la sed, de la pobreza y la alienación, y de todo aquello que en este mundo les arrastra o les empuja a las periferias.

Este es el Año Santo; un Año Jubilar. Que abramos nuestros corazones a los jóvenes para que sus desdichas encuentren un oído atento, se sientan acogidos en espacios seguros y experimenten de nuevo el amor incondicional y la esperanza renovada. ¿Qué pequeños actos de bondad podemos hacer hoy para detener el círculo vicioso de violencia y odio que se inflama tan fácilmente? ¿Qué acciones colectivas entre lasalianos podríamos llevar a cabo para crecer más en autenticidad e integridad?

Queridos amigos: hemos designado 2025 como el Año de la Espiritualidad Lasaliana. Es una invitación para que nos reconectemos con nuestro Fundador y nuestro relato fundacional y, así preguntarnos: ¿cómo podemos vivir ese relato en nuestro tiempo?Recordemos que hace más de 300 años, Juan Bautista, a la temprana edad de 28 años, reunió a unos cuantos jóvenes para formar una comunidad de maestros que proclamaran el gran sueño del Padre para los niños, especialmente para quienes estaban «lejos de la salvación». Él imaginó escuelas inclusivas abiertas a todos, especialmente a los pobres que no tenían forma de superar las barreras sociales y económicas de su tiempo.

Pensemos un momento. En ambos relatos fundacionales, Jesús y Juan Bautista de La Salle. Ambos reunieron a un puñado de soñadores y compartieron con ellos el cautivador sueño del Padre para el mundo. Imaginemos si la Familia Lasaliana se uniera con un solo corazón y un solo espíritu para llevar luz y vida y amor a todo el mundo. Consideremos el poder que se generaría si afirmáramos hoy lo que imaginamos que podemos ser mañana: Un La Salle para el mundo, con grandes sueños y con corazones aún más grandes.

Imaginemos el poder transformador de una familia unida, Indivisa Manent, como decimos nosotros, llena del mismo espíritu, como el fuego que ardía en los corazones de los primeros discípulos. Tenemos la llave para nuevos caminos para los niños y jóvenes que aún están «lejos de la salvación».

El mundo siempre ha sido moldeado por soñadores. Como todo verdadero soñador, La Salle se comprometió a hacer realidad el sueño de Dios y lo convirtió en el proyecto de su vida, ya que estaba plenamente convencido de que era obra de Dios y de que había sido llamado a ser un instrumento de su gracia, embajador de Cristo entre los niños y los jóvenes.

A medida que Juan Bautista de La Salle asumía la misión que Dios le había reservado sólo a él, se dio cuenta de que no podía hacerlo él solo, sobre todo porque era reacio a asumir una misión para la que no se sentía competente. Pero nuestro bondadoso Dios le llevó casi de la mano y paso a paso a partir de aquel encuentro fortuito con Adrián Nyel a las puertas de un convento de Hermanas. Una serie de otros acontecimientos y encuentros humanos le convencieron de que Dios le pedía que asumiera esta nueva misión. Entonces empezó a reunir a un puñado de jóvenes profesores con los que compartía el sueño de Dios para los niños pobres. Este paso adicional le llevó a la decisión de dejar la comodidad de su casa familiar y los beneficios de la canonjía para vivir con los otros jóvenes maestros, formando así una comunidad para que sean Hermanos entre sí, Hermanos mayores de los niños confiados a su cuidado. Sólo cuando miraron hacia atrás se dieron cuenta de que en el proceso estaban creando un nuevo camino para vivir el sueño de Dios: una nueva familia religiosa en la Iglesia compuesta sólo por Hermanos religiosos y un nuevo modelo educativo que busca liberar a los pobres a través de la educación.

Iniciaron proyectos educativos y trabajaron juntos y por asociación con los primeros bienhechores, autoridades municipales solidarias y eclesiásticos simpatizantes. Planificaron y reestructuraron su rutina diaria para poder ser eficaces en la misión. Con algunos de ellos, juró más tarde mantener viva la misión, aunque tuvieran que vivir sólo a pan y agua el resto de sus vidas. Juntos buscaron a Dios y juntos lo encontraron. Su sueño tomó forma no en grandes proclamas ni en acontecimientos extraordinarios, sino en los pequeños pasos decisivos y en las luchas por vivir en auténtica fraternidad y servicio comprometido a su misión educativa.

En este Año Santo de gracia, en este Año de Espiritualidad Lasaliana, pido a Dios que nos atrevamos a vivir de nuevo el sueño con audacia y mucha esperanza, una esperanza que nunca jamás defrauda.

¡Ánimo La Salle!

¡Viva Jesús en nuestros corazones! ¡Por siempre!

Armin A. Luistro FSC, Superior General

Descarga aquí la carta

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